¿Qué hay en Polonia que gusta tanto a los que tienen la suerte de haberla visitado? Pues decenas de rincones que pasan desapercibidos en los grandes circuitos turísticos. Te contamos algunos aquí:
Parque Nacional de Białowieża
Sin lugar a dudas, el Parque Nacional de Białowieża, Reserva Mundial de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad, es un lugar especial, puesto que en más de 400 años no ha sido alterado por los humanos, conservando la naturaleza en estado puro.
Na zdrowie! Gritan los polacos levantando sus chupitos de vodka que acompañan con zumo de manzana. Uno de esos vodkas, con una curiosa botella que además de alcohol contiene una ramita o hierbajo, procede justo de aquí, del hogar de la mayor reserva de bisontes en libertad de Europa, y de ciervos, alces, lobos, linces y castores, así como de 120 especies de aves. Quizá el vodka sea un guiño a la celebración de la vida y la naturaleza, y si es así, habrá que unirse al brindis.
La región de los mil lagos
Por la misma zona, tirando hacia la izquierda, se puede visitar uno de los mayores centros naturales, turísticos, y recreativos del país: los lagos de Mazuria. En verano la región se llena de excursionistas deseosos de disfrutar de la naturaleza: practicando senderismo, kayak, … Un paraíso para los amantes de las actividades al aire libre.
Lublin
Dejando la zona norte y dirigiéndonos hacia el sur, a unos 150 km de Varsovia, encontramos Lublin, la ciudad donde nació Madame Curie. Su casco histórico es considerado el centro medieval mejor conservado del país y da gusto pasear por él. El castillo de cuento de piedra gris -de reyes malvados o esa sensación da por las hachas que reciben al visitante en la puerta-, es ahora sede del museo municipal, y la animada calle Krakowskie Przedmiscie es el lugar ideal para entretenerse de compras o disfrutar de la cocina polaca.
Zamość
Desde Lublin se puede llegar en un par de horas a Zamość, casi en la frontera con Ucrania, conocida por ser patrimonio de la Unesco y por su plaza de edificios cuadradotes y de colores, que reflejan el concepto ideal del renacimiento. El autobús que lleva desde Lublin al pequeño pueblo -a pesar de la extensa red de ferrocarril polaca, no llega el tren-, se llena de paisanos simpáticos que miran a los viajeros atrevidos con los que comparten viaje, y la sensación es de estar yendo a la Polonia profunda.
Kazimierz Dolny
También salen decenas de furgonetas desde Lublin a Kazimierz Dolny, conocido por ser el pueblo preferido de los polacos. Kazimierz Dolny es el típico pueblo “monísimo”, con plaza central y callejuelas llenas de pequeñas galerías de arte y tiendas que venden angelotes de miga de pan. También es posible subir al monte de las tres cruces desde el que se disfruta de una vista fantástica que hace entender por qué tantos pintores se acercan al pueblo a “crear”, entre llanuras y valles por los que discurre el río Vístula. Es un lugar perfecto para desconectar.
Sandomierz
Siguiendo la ruta, encontramos Sandomierz, punto perfecto para hacer rutas de cicloturismo y senderismo. A orillas del río Vístula, esta pequeña ciudad que no sufrió las consecuencias de la guerra, se convirtió en uno de los puertos más importantes, pero la ciudad, delimitada por el río y las murallas, no contaba con suficiente espacio de almacenamiento. Por eso decidieron utilizar la roca blanda debajo de las casas para crear espacios de almacén, y hoy aún se puede recorrer el casco antiguo de Sandomierz por los pasillos subterráneos que servían para tal efecto. Una ciudad curiosa, sin lugar a dudas.
Zalipie
A pocos kilómetros de Cracovia, se puede visitar Zalipie, un pequeño pueblo de casitas pintadas con flores de colores que se han convertido en icono del país. Cuentan que todo empezó con alguien cubriendo una mancha de hollín, y luego los demás vecinos siguieron haciendo lo mismo hasta lograr que sus pequeñas casas fueran obras de arte, por dentro y por fuera. Se convirtió también, de alguna manera, en una buena forma de terapia tras la tristeza y la nostalgia que la guerra dejó en el país, por lo que este pequeño pueblo no solo es color y flores sino también recuerdo y ganas de superación.
Lo cierto es que sería injusto criticar los circuitos más básicos de 8-10 días que cubren las principales ciudades del país, porque realmente es imposible visitarlo todo -y querrás hacerlo- en un solo viaje (aunque lo malo es que al volver quieres repetir y perderte por las calles de Cracovia o Gdansk…).
Varsovia
La capital, Varsovia, aunque no puede competir con otras ciudades, no deja de ser un testigo mudo y nostálgico que ha sabido resurgir de sus cenizas tras las numerosas ocupaciones. Merece la pena pasear por el parque Lazienki y quizá hacerlo escuchando a Chopin, el gran músico polaco que tiene una escultura en el pulmón verde de la capital. Uno puede también recorrer el casco antiguo y saludar a la sirena, fundadora de la ciudad, y por supuesto, moverse entre las calles grises del ghetto judío del que apenas queda nada, pero que cuenta historias de la guerra, el comunismo y la ocupación soviética, con sus grandes moles de cemento tan prácticas y tan espantosas estéticamente.
Cracovia
En Cracovia hay quien cuenta que hay uno de los siete chacras de energía bajo la colina de Wawel, desde donde se impone el majestuoso castillo y la catedral, con vistas al río Vístula. Se crea o no en las energías, lo cierto es que todo empuja a querer volver a la ciudad. La ciudad vieja o Stare miasto, uno de los cascos antiguos mejor conservados, es una delicia para pasear, comprar souvenirs -especialmente en el enorme mercado de los paños, en la plaza del ayuntamiento- y disfrutar de la cocina polaca, que llena estómagos con pierogis, bigos, salchichas, sopas y una especie de donuts rellenos de mermeladas de todo tipo –incluso de rosas-, chocolate o crema. Un paraíso para los golosos.
Gdańsk
Gdańsk, a orillas del mar Báltico, se ha convertido en una ciudad viva y colorida que enamora a todo el que la visita. La ulica Długa, o calle larga, podría entretener durante horas porque cada edificio es diferente. Recorrer la calle Mariacki con sus puestos y tiendas de ámbar, o dejarse caer en cualquiera de las terrazas de la calle Piwna para comer o cenar, es toda una experiencia para los amantes de la cultura y el disfrute.
Podríamos seguir y necesitaríamos 2 o 3 viajes para recorrer ciudades como Toruń, Poznań o Wrocław, castillos de cuento como el de Malbork, recorrer los montes Tatra o la cadena montañosa de Bieszczady. Polonia tiene algo para todos los gustos: naturaleza, cultura y gastronomía en un país, desconocido para muchos, que crece a pasos agigantados.
¿Te animas a conocerlo? Disfruta con Inspirience de esta experiencia
Autora
Eva
Travel Inspirer
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